<<Vamos,
Jessica, no pierdas la cabeza>> Intentaba calmarse a sí misma. Apretaba
la linterna con fuerza contra su pecho mientras tumbada en el suelo pensaba en
cómo iba a salir de donde fuera que se encontrara – porque llegó un punto en el
que ya no estaba segura de siquiera estar en el mundo real –. Recogió la
mochila y se puso una vez más en marcha.
Lo
primero que vino a su mente fue la idea de buscar algún mapa para encontrar
alguna salida de emergencia, así que caminó por el pasillo tan alerta como se
pudiera estar apuntando con la luz a cada rincón y viendo constantemente hacia
atrás. Luego de unos pocos minutos consiguió llegar hasta un módulo de
información; pasó por encima del mostrador y buscó directamente en las gavetas,
pero lo único que consiguió fue un mapa turístico (en el que estaban marcadas
las tiendas más populares y de entretenimiento en general, pero no las salidas
de emergencia).
_
Vamos _ murmuró _ tiene que haber algo más útil aquí.
Siguió
revisando hasta que encontró una caja de cerillas junto a dos documentos de
identidad manchados de sangre. Frunció el ceño, tomó los fósforos y los guardó
en uno de los bolsillos de la chaqueta. Luego vio las credenciales por
curiosidad natural; una correspondía a una mujer llamada Miriam Landfall y la
otra a un sujeto llamado William Berry, además de eso había una nota:
“A veces hay que regresarle a la vida lo mismo que le hemos arrebatado
Y si tomamos lo que no nos pertenece
Lo menos que podemos hacer es sentir cómo el mundo se viene abajo
Y cómo la vida se desvanece”.
_
¡Oiga, usted!
Jessica
levantó la mirada, tan despavorida como aliviada, y no podía creer que
estuviera viendo a otra persona. Era un hombre robusto, de estatura media, vestido
con un pantalón negro, una camisa blanca manga larga de botones y una corbata
negra. A juzgar por el arma que llevaba una funda sujeta a su cinturón y el
logo bordado en la camisa blanca, Jessica infirió que podría tratarse de un
policía o quizá un miembro de algún tipo de cuerpo de seguridad – lo cual
encontraría mucho más útil que el mapa turístico y las cerillas –, pero no se
confió demasiado por el momento.
_
¿Puede oírme? _ preguntó _ ¿Se encuentra bien, señorita?
_
Ah, sí, por supuesto _ respondió Jessica como si hubiese recuperado la
movilidad tras una parálisis _ En realidad… no, creo que… ¿Quién es?
_
Me llamo Paolo, pero suelen decirme Paul _ hubo un breve silencio _ Todo esto
es una locura ¿No lo crees?
_
Para ser honesta empezaba a dudar de mi cordura. Pero... si no soy la única en
esta pesadilla, entonces puede que no esté loca después de todo.
_ Tiene sentido para mí.
_ ¿De dónde sacaste el arma, Paul?
_ Tiene sentido para mí.
_ ¿De dónde sacaste el arma, Paul?
_
Oh… yo… _ hizo un gesto de confusión en su rostro _ soy uno de los guardias del centro comercial;
o eso creo, no lo sé, justo ahora todo me parece tan extraño. Pero no debes
temer, soy inofensivo, de hecho estoy aterrado.
Paolo
se veía algo torpe y eso le daba algo de validez a su afirmación; quizá era inofensivo,
quizá no. Lo que no podía negarse Jessica era que de una u otra forma, él tenía
un arma y eso podría significar una gran ventaja si aquella criatura de las
garras afiladas volvía o se toparan con alguna otra. Aquello podría ser la
diferencia entre salir con vida del centro comercial o morir congelados en la
oscuridad.
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