"Habían personas buenas en Silent Hill... personas que querían ayudar
Pero otros caminaban cegados por una luz que los descuidó de su oscuridad
Ciegos por los miedos que ocultaban, debieron pensarlo mejor
Ahora todos arderían en las llamas de sus pesadillas más profundas
Esa es su voluntad".
No consigo dejar de revivir el momento, cada segundo de el. Esa enfermera sin rostro se abalanzó sobre mí e intentó clavar su bisturí en mi cuello. Afortunadamente evadí el ataque lo suficientemente rápido como para rodearla y buscar algo con lo cual defenderme. Fue como di con un extintor que luego le lanzaría para tumbarla al suelo. Con ello conseguí hacer que soltara el bisturí, y con el mismo impulso de adrenalina lo tomé y lo clavé en su pecho una y otra vez hasta verla cubierta de rojo carmesí, hasta que dejé de escuchar esos horribles gemidos, hasta que vi que dejó de moverse. Entonces me eché a un lado y miré lo que acababa de hacer... fue... desagradable, pero necesario.
Tomé el cuaderno y hube de guardarlo. Llevé el bisturí conmigo todo el tiempo desde ese ataque y me compuse como pude para seguir mi camino. Mis intenciones eran claras, tratar de hallar a Alice, dirigirme sin demora al sótano y develar el misterio de una vez por todas. Claro que... un mapa aceleraría un poco las cosas.
_¿Pero qué...?
Escuché un ruido que vino de una de las puertas del corredor. Me acerqué con cautela, en silencio. Cuando llegué a la puerta de la que el ruido provenía me di cuenta que no tendría tiempo de buscar un mapa. Se escuchaba el mismo gemido de la enfermera sin rostro al otro lado de la puerta. No me atreví a abrirla, pero habían otras tres que quizá me llevasen a unas escaleras, tenía que tomar el riesgo.
Abrí la primera sin problemas, era fácil reconocer que se trataba de la cocina del hospital por los utensilios colgantes y la nevera del fondo. Intenté con la segunda pero... no quería ceder, la perilla giraba pero necesitaba un ligero empujón, así que la abrí con una patada al buen estilo de los exploradores de la secta... como lo hizo Silver en Midwich.
_¡Mierda!
Habían tres enfermeras en la habitación, la oficina del director, y fueron atraídas inmediatamente por el ruido del impacto. No perdí tiempo, intenté abrir la tercer puerta, pero estaba aún más cerrada que la del director.
_¡Debes estar bromeando!
Una de las enfermeras me alcanzó a golpear las costillas con un fierro. El dolor me doblegó por un segundo, pero al ver de reojo que otra de ellas se acercaba, saqué fuerzas de donde no las tenía y le clavé el bisturí en el cuello repetidas veces para librarme de ella.
_¡Vamos, abre, vamos!
Se me ocurrió usar el fierro para forzar la perilla, tuve que usarlo primero para evitar que la segunda enfermera me apuñalara golpeándola en la cabeza con el. Se desequilibró por unos segundos y la tercera ya estaba a punto de unirse al encuentro, pero fue suficiente tiempo para forzar la cerradura y abrir la puerta.
_¡Si!_ Habían unas escaleras _ Oh, no... no, no, no _ Había alguna clase de derrumbe que impedía el paso por las escaleras.
Una vez más oí su voz en mi cabeza.
"Cuando huyas del miedo que enfrentas, estarás sólo al ver que la verdad no ha sido vista"
Dos aberrantes enfermeras sin rostro me rodeaban, la una con un puñal y la otra con unas tijeras. Ambas a punto de asesinarme... de no ser por ella... por su voz... no habría entendido que debía deshacerme por completo del yo que seguía dudando; el yo que no tiene la fortaleza para ver.
_ ¡Mueran!
Un acto frenético se apoderó de mi, poseyó mi cuerpo y lo uso como un instrumento para moler con el fierro el cuerpo de una de las enfermeras hasta quebrar sus huesos y enterrar el tubo en sus entrañas. La otra enfermera no corrió con tanta suerte; la derribé con todo el peso de mi cuerpo y con mis propias manos le arrebaté la vida a golpes, manchando el piso y las paredes con su sucia sangre.
Una vez hecho, me sorprendió la ira que sentía, la gran cantidad de odio que quemaba mi piel y el dolor que me provocaba la confusión. Dejé escapar un grito desgarrador al mismo tiempo que el llanto hizo presencia.
_¡¿Por qué?!...
A lo lejos se podía escuchar el débil sonido de la sirena de la Iglesia Balkan. Me dolía la cabeza, tanto que gritaba de la desesperación. Todo a mi alrededor cambiaba, las texturas se convertían en piel, en carne humana que se desprendía de sus dueños para dejarlos hecho metal. La oscuridad consumía el lugar, lo devoraba como una bestia hambrienta, pero no perdí la visión; una luz llamó mi atención... mi dolor de cabeza cesó y pude colocarme de pie.
La luz... las luces, mejor dicho, provenían de las escaleras que antes estaban obstruidas por el derrumbe. Ahora sólo era un largo camino de bajada iluminado por bombillas de luz separadas a cada tanto.
_ Terminemos con esto.
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