"El dolor cesó tras la tragedia. El miedo dividió mi alma. Y ambos en la oscuridad engendraron al siniestro. Quizá era la voluntad de Dios después de todo".
Otro texto encontrado en las páginas del cuaderno de la mariposa roja. Desperté gracias a que de nuevo sentí que algo me estaba quemando. Me encontraba en otra recepción, pero no tardé en adivinar que se trataba de un hospital cuando vi el símbolo de la cruz roja pegado en la pared del fondo de la recepción. Me levanté y eché un vistazo por el gran mesón que me separaba de una puerta que indicaba "Sólo personal autorizado". Traté de alcanzar el teléfono de la recepción pero no estaba tan al alcance como parecía. Luego me tomé un segundo para respirar y pensar un poco en todo lo que había ocurrido.
No sé qué habrá sucedido con Silver... y mucho menos si Lara pudo haber escapado de ese monstruo de cabeza piramidal. Si soy honesto conmigo mismo no tengo la menor idea de cómo es que yo he sobrevivido tanto a éste... pueblo maldito. Y mi fe ¿Dónde rayos está mi fe? La Iglesia Balkan nos dice que debemos combatir a Alessa, la tentación de la oscuridad. Pero hace un tiempo leí un texto antiguo de la secta en la que se refieren a ella como una santa, quien engendraría al Dios bondadoso de nuestro paraíso... necesito más respuestas, haber descubierto éste predicamento es tanto peligroso como la cura del somnífero llamado fe.
_ ¿Estás bien?
_ ¡Por el amor a Dios!
Había una mujer sentada en una esquina de la recepción que no había visto hasta entonces. Digo... es muy extraño.
_ L-lo siento. No quise asustarte _ Dijo con trémula voz _ ¿Estás bien?
_ No tienes por qué disculparte, es sólo que no sabía que estabas ahí _ Entonces se me ocurrió que quizá ella sabía cómo demonios terminé en un hospital _ ¿Dónde estoy?
_ El Hospital Alchemilla.
_ ¿Cómo llegué aquí?
_ Yo te traje... es decir, te encontré tirado en las afueras del hospital y pensé que traerte era lo mejor. Últimamente suceden muchas cosas extrañas por aquí.
_ Bueno... eso ya es algo muy normal aquí... ¿Y qué hay de ti...?
_Alice... Alice Amane.
_ Alice... ¿Cómo llegaste aquí Alice?
_ Oh, yo llevo mucho tiempo aquí en el Hospital de Alchemilla. De hecho, yo solía trabajar aquí antes de la noche del gran fuego en Silent Hill.
_ ¿Noche del gran fuego?
En ese momento una alarma se disparó en mi mente. La noche del gran fuego, todos la conocen, fue la noche en que el demonio devoró al pueblo con su oscuridad. Pero eso fue hace más de treinta años, quizá hasta más... unos cincuenta... ya nadie puede saber la fecha exacta. Lo cierto es que Alice no aparenta tener ni cerca de treinta años, yo diría que si tiene veinticinco es demasiado. Puede estar mintiendo, puede estar desfasada en el tiempo, loca o algo por el estilo. De cualquier manera no me inspira confianza.
_ ¿Y qué haces aquí después de tanto tiempo? Es decir, ya no queda nada que hacer aquí... ¿O sí? _ Pregunté cuidadosamente. De pronto, la expresión cordial que tenía dibujada en el rostro cambió por una de angustia y pena.
_ Ya veo... lo entiendo... oh, Alessa perdóname, no quise interferir, yo creí que...
_ ¿Alessa? _ Lara pedía ayuda a gritos y mencionó ese nombre un par de veces _ ¿Conoces a Alessa... cómo es posible, qué sucede?... ¿Alice?
_ Debo irme... yo... _ Parecía nerviosa, como si hubiese cometido un error. Se acercó a la puerta que separa la recepción del resto del hospital y antes de cruzar por ella me miró como queriendo ayudarme con... algo... y dijo _ Cuando abraces tu infierno serás bienvenido en casa.
_¡Alice, no, espera! _ La seguí por el pasillo, al final ella viró a la derecha y le perdí de vista por un segundo _ Espera, necesito entender qué está sucediendo, debo hablar con Alessa, yo... _ A la derecha sólo quedaban las puertas cerradas de un ascensor. La pequeña tabla que marca los pisos tenía su luz encendida en el sótano.
Mi pecho ardió de nuevo como si me estuviese quemando. Me apresuré a sacar el cuaderno de la mariposa roja, pero estaba tan caliente que me quemaba las manos y hube de dejarlo caer en el suelo. Quedó abierto en una página con otro texto que no había leído hasta entonces.
_ Bueno... eso ya es algo muy normal aquí... ¿Y qué hay de ti...?
_Alice... Alice Amane.
_ Alice... ¿Cómo llegaste aquí Alice?
_ Oh, yo llevo mucho tiempo aquí en el Hospital de Alchemilla. De hecho, yo solía trabajar aquí antes de la noche del gran fuego en Silent Hill.
_ ¿Noche del gran fuego?
En ese momento una alarma se disparó en mi mente. La noche del gran fuego, todos la conocen, fue la noche en que el demonio devoró al pueblo con su oscuridad. Pero eso fue hace más de treinta años, quizá hasta más... unos cincuenta... ya nadie puede saber la fecha exacta. Lo cierto es que Alice no aparenta tener ni cerca de treinta años, yo diría que si tiene veinticinco es demasiado. Puede estar mintiendo, puede estar desfasada en el tiempo, loca o algo por el estilo. De cualquier manera no me inspira confianza.
_ ¿Y qué haces aquí después de tanto tiempo? Es decir, ya no queda nada que hacer aquí... ¿O sí? _ Pregunté cuidadosamente. De pronto, la expresión cordial que tenía dibujada en el rostro cambió por una de angustia y pena.
_ Ya veo... lo entiendo... oh, Alessa perdóname, no quise interferir, yo creí que...
_ ¿Alessa? _ Lara pedía ayuda a gritos y mencionó ese nombre un par de veces _ ¿Conoces a Alessa... cómo es posible, qué sucede?... ¿Alice?
_ Debo irme... yo... _ Parecía nerviosa, como si hubiese cometido un error. Se acercó a la puerta que separa la recepción del resto del hospital y antes de cruzar por ella me miró como queriendo ayudarme con... algo... y dijo _ Cuando abraces tu infierno serás bienvenido en casa.
_¡Alice, no, espera! _ La seguí por el pasillo, al final ella viró a la derecha y le perdí de vista por un segundo _ Espera, necesito entender qué está sucediendo, debo hablar con Alessa, yo... _ A la derecha sólo quedaban las puertas cerradas de un ascensor. La pequeña tabla que marca los pisos tenía su luz encendida en el sótano.
Mi pecho ardió de nuevo como si me estuviese quemando. Me apresuré a sacar el cuaderno de la mariposa roja, pero estaba tan caliente que me quemaba las manos y hube de dejarlo caer en el suelo. Quedó abierto en una página con otro texto que no había leído hasta entonces.
"Ella siempre decía que los enemigos de los justos están condenados. Me preocupa que Claudia piense lo mismo de mí. Intento ser buena, pero ellos siguen odiándome, no quiero que Claudia me odie también. Estoy muy asustada".
_ ¡Oh, mierda!
Una mujer se acercaba a mi vestida de enfermera. Parecía tener algún problema puesto que le costaba avanzar y además se movía como si convulsionara. Una mujer, pensaba, antes de ver que llevaba un bisturí afilado en la mano y que emitía unos gemidos muy extraños a pesar de carecer de rostro alguno. Era una enfermara sin rostro, era un monstruo.
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