Octava Nota - El Abismo

_ ¡Ayúdenme, ya viene por mi, él viene por mi, ella lo envió!

Definitivamente era la voz de Lara, quizá la puerta con el gran hoyo ya no tenía esa rara barrera que me aventó momentos atrás. Y no me equivoqué, la mala noticia es que en vez de haber una puerta había un gran portón de rejas cerrado por una cadena y un candado. Imposible de abrir si una llave o algún objeto que pudiera golpear lo suficientemente duro como para reventar el candado.

No sólo era un portón, eran tres que se separaban el uno del otro a lo largo de un corredor. Y al fondo, habían tres cuerpos atrapados por mantos de piel dentro de una estructura cuadrada de metal. Cada portón estaba trancado con cadenas y candados, era necesario tener una la llave o alguna herramienta capaz de hacer que el candado ceda.

_ ¡Ya viene, ya viene! 
_¡¿Lara?! Lara ¿Quién viene, de qué hablas?
_ Aquel que imparte el castigo de la divina decisión, el verdugo de los pecadores. Sus pasos hacen retumbar el suelo, el sonido del filo de su juicio resuena en todas las paredes. Es él, ha sido enviado por su maestra ¡Es él, ya viene!
_ Mierda... vale, está bien ¡Está bien, Lara, todo va a salir bien! Te sacaré de ahí, la llave debe de estar por aquí en algún lado.


Salí corriendo a toda prisa, entrando en las habitaciones distorsionadas por la oscuridad. En algunas habitaciones conseguí números pintados con tiza blanca. Al principio no les presté mucha atención, pero luego de conseguir cuatro números empecé a creer que eran importantes, que significaban algo. 6... 0... 4... 6... 0... 6... Es alguna clase de código, pero ¿Para qué?

Subí al tercer piso, pero no conseguí nada de utilidad. No conseguí más números o alguna arma lo suficientemente fuerte como para tirar abajo las cadenas. La voz de Lara llegó a mis oídos, empecé a sentir la presión de un tiempo que si acaso tenía, se me estaba terminando. 6... 0... 4... 6... 0... 6... podría tratarse del número de una habitación... no... son dos habitaciones distintas. Los cuartos están seccionados por el número del piso y luego el número que le corresponde. 12 habitaciones por piso... 

No desperdicié más tiempo. Subí al sexto piso y entré en la habitación más cercana, la seiscientos cuatro. Allí conseguí algunos recuadros familiares que mostraban a tres personas: un hombre vestido de traje y corbata, una mujer cuyo rostro fue rasgado y una niña de cabello corto y castaño. Conseguí además un periódico que anunciaba la transferencia de una niña huérfana al orfanato Wish House. Revisé un poco más el lugar y conseguí un arma con algunas municiones en una gaveta. El arma estaba pisando una nota que decía:
"Hija mía, querida... desde que tu madre murió ellos han insistido en llevarte a ese maldito orfanato. De ninguna manera voy a permitir que eso suceda. Hemos visto la verdad, algunos de nosotros hemos conseguido despertar, pero los otros siguen cegados por las estúpidas ideas de La Orden.
Quiero que sepas que la familia Gucci te cuidará muy bien, todo lo que he hecho ha sido para mantenerte a salvo. Si algo me sucede, hagas lo que hagas, no regreses a Silent Hill"

No sé de que está hablando ésta nota, pero si de algo estoy seguro es que han sucedido cosas muy serias en éste pueblo, y nuestros propios hermanos nos han estado ocultando la verdad. Entré en la habitación seiscientos seis y no conseguí más que una mesa de escritorio y un sólo pupitre en el medio del cuarto, encima de él había una llave. No lo pensé dos veces para tomarla, pero un escrito tallado en la madera del pupitre llamó mi atención:
"Aquellos nacidos del pecado deben hallar su propia inocencia" 

_ ¿Y esto qué significa?
_ Ella debe enfrentar el sufrimiento por su cuenta.

La piel se me erizó, sentí mi rostro pálido y los músculos paralizados de tensión. Apenas pude mover la cabeza para darme cuenta que la niña que tanto se me había estado apareciendo estaba sentada en el pupitre, a menos de medio metro de distancia de mí. 

_ ¿Ella?... ¿Lara?
_ La pobre niña tuvo la desdicha de nacer en una familia con ideales radicales acerca de Dios. No sólo debe ver la verdad por sí misma, debe sentirla... al igual que tú.
_ La jaula...
_ Así es.
_ ¿Qué sucederá con ella?

Entonces sentí que el suelo retumbaba, se escuchaban pasos y el terrible sonido del chirrido de un metal que se arrastra. En el momento que el ruido me distrajo la niña desapareció. Tomé la llave y bajé las escaleras tan rápido como pude. En cada piso podía escuchar los gritos de desesperación de Lara. Llegué al primer portón y encajé la llave en el candado... hubiese querido que fuera sencillo, pero la llave no abría el candado, encajaba, pero girarla era bastante difícil.

Un paso pesado, un ropaje de piel humana que cubría desde su cintura hasta el suelo, una gran musculatura con heridas por doquier y una gran pirámide que aprisionaba su cabeza. Era él, estaba allí. Su andar era lento, el peso del enorme cuchillo lo hacía demorar en levantarlo... pero cuando lo hubo conseguido cortó de un solo golpe una de las figuras que se hallaban atrapadas en esos mantos de carne. Lara gritó entre llantos desconsolados, pedía ayuda con desesperación. La figura cortada derramó una enorme cantidad de sangre; no sé si había alguien con vida dentro de ella, pero si lo había estaba claro de que ya nunca más vería la luz del sol.

_ ¡Ya voy, no temas, Lara! 

El candado finalmente abrió y pude avanzar hacia el segundo portón. Por el tiempo que demoré y el hecho de que el cabeza de pirámide ya se encontraba frente a su segunda víctima, resolví que nunca llegaría a tiempo con ese ritmo. Así que tomé el arma que había conseguido y disparé al candado hasta reventarlo y seguir avanzando.

_ ¡No por favor, piedad... Alessa, sálvame, Alessa! _ Era extraño para mí entender que Lara le rezara a un demonio por ayuda. Pero no era el momento de pensar en eso.

_ ¡Déjala en paz! 

La segunda figura terminó cortada en dos al igual que la primera. Cuanto más me acercaba al cabeza de pirámide, más me percataba de lo colosal de su apariencia y lo terrorífico que resultaba su presencia. También pude notar que a excepción del suelo en el que se mantenía de pie y por el que vino, el resto era un oscuro abismo. Dos figuras brutalmente cortadas, sólo quedaba una y seguramente allí se encontraba Lara... debía darme prisa, ya "Él" estaba en frente de ella. El tercer candado no cedió como los otros dos y la pistola estaba descargada. Por un impulso de adrenalina comencé a golpear el candado con el mango de la pistola.

_ En un pueblo hambriento por la soledad, la inocencia de aquellos que perdido están... _ La voz de Lara sonaba resignada, tuve que interrumpir su rendición con palabras de aliento. El candado ya había caído al suelo y pude entrar en su ayuda.

Cargué el arma y disparé todas las veces que pude en contra del cabeza de pirámide. No pude derribarlo, pero éste al menos desistió de cortar la tercera figura. Emitió un sonido muy extraño, mezcla rugido, mezcla exhalación. Se viró hacia mi, llevando la hoja de su cuchillo con la intención de cortarme. Afortunadamente pude evitar la muerte agachándome por instinto, pero la misma inercia con la que lanzó ese ataque le sirvió de aliada a su otro brazo para aventarme lejos de un sólo golpe.

Hube de soltar el arma por el golpe, y fue tan fuerte, que me aventó hasta el abismo. Me sostuve para no caer. Él se postró frente a mí y levantó su cuchillo con ambas manos de forma vertical. Iba a asesinarme si no pensaba en algo pronto. Entonces pensé en aquello que quizá doliera menos.

Y me dejé caer al abismo.

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No tengas miedo... ella no te hará daño.

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