Mi Última Nota - Nace La Orden de Alessa


_ Prefiero que me arranquen la piel de los huesos antes de rogarle misericordia al siniestro _ gritó Silver a todo pulmón.

_ No seas estúpido _ intervine _ ¿No ves que toda esta miseria, la condena que pagamos, ha sido provocada por La Orden?

_ ¡Infiel! Corrupto despreciable ¿Te arrodillas ante aquélla que comanda las legiones del infierno?

_ Despierta, Silver. Hemos sido manipulados por fanáticos; no es tarde, arrepiéntete, Alessa quiere lo mismo que mucho de nosotros: que todo esto termine de una vez por todas.

_ Crecerán llagas en tu lengua por pronunciar el nombre de la maldad. Nunca fui débil ante el demonio y no empezaré el día de hoy. Aunque mi cuerpo peligrare ante los siervos de la bruja, mi alma se mantendrá pura. ¡Por La Orden!

Así gritó antes de que la lanza del Cabeza de Pirámide atravesara su pecho y lo ahogara en su propia sangre. Yo lo vi con harto lamento, pues en mí yacía una vaga esperanza de que Silver pudiera ver a través del cristal como otros tantos lo han hecho.

_ Él se condenó a sí mismo, no debes hallar culpa alguna en ello _ dijo la niña apareciendo por detrás del cuerpo empalado de Silver _ Lo dije antes _ colocó una mano sobre el hombro del cadáver _ es tiempo de que surja una nueva orden _ el cuerpo se encendió en llamas.

Aquéllos que no fueron asesinados por los Cabeza de Pirámide se vieron liberados, las cadenas que les sujetaban se rompieron y, removidas las vendas de sus ojos, todos se reunieron en el centro del salón. La niña caminó por entre sus nuevos súbditos mientras éstos se arrodillaban ante ella con recato.

_ El poder de Alessa, de sus recuerdos, de su mente; lo que ellos querían que fuera, lo que ella es, lo que soy _ decía con vehemencia _ es absoluto. A partir de hoy _ abrió y alzó los brazos _ el fuego de La Orden de Alessa cubrirá de cenizas cada rincón de Silent Hill _ el resto de los cadáveres empalados se prendieron en fuego e iluminaron el lugar _ y se esparcirá a donde quiera que una secta justifique la sangre con creencias.


Aunque no convencido por completo de las declaraciones de esa niña, que no siendo el verdadero siniestro es harto siniestra, mis rodillas besaron el suelo por ella. Quizá su causa, por demás igual de radical,  fuera el menor de los males. 

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No tengas miedo... ella no te hará daño.

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