Sexta Nota - Habitación 111


"Hoy me dijeron que ya no tendría que asistir a Midwuch,
por un momento pude sentirme feliz.
Eso se acabó cuando mi madre me dijo que mañana veríamos a la Directora,
entonces, no le creí tanto lo primero"

Sólo eso estaba escrito en el cuaderno de la mariposa roja. Algunas páginas estaban en blanco y el resto contenían textos ininteligibles por estar tachados de una manera brusca con crayón negro. 

Cerré el cuaderno y lo guardé en mi túnica. No sé exactamente cuánto tiempo llevo rondando por los espacios del hotel. Todo se ve tan viejo y despedazado. Pero dejando eso a un lado, pude notar que en algún momento hubo de haber sido un lugar muy elegante... o por lo menos fino. 


Subí al segundo piso y revisé un par de habitaciones. Todos los cuartos denotaban que hacía mucho tiempo que nadie visitaba el lugar... ¿Y quién lo haría? Mis dudad sobre la fe de La Orden y mis hermanos de La Madre Sagrada me empujaron al exterior de la Iglesia... y empiezo a sentir que la ira de Dios está sobre mi. Aquí, vulnerable, cada pared desdeñada aplasta mi presencia con su ímpetu. A cada paso que doy siento que... esperen... ¿Dios? ¡Ah! Maldita sea, hace mucho que es la única palabra de esperanza en la que nos han hecho creer... ¿Pero, por qué? 

Una pintura al final del pasillo captó mi atención. Era muy similar una que tenemos en la Iglesia; muestra la quema de una bruja en la hoguera... pero la pintura está rasgada, y parece haber algo detrás.

_ Un día, cuando huyas de todas las cosas que enfrentas _ dijo una voz femenina desde... ¿algún lugar? _ Estás tan sólo como cuando veamos que la verdad nunca ha sido vista.

_ ¿Hola? ¿Quién está ahí?

_ Oh, un pajarito que de su nido el vuelo no ha podido emprender.

Había una puerta que no había visto hasta entonces con un gran hoyo negro en ella que se asemejaba a una boca de afilados dientes.

_ ¿Quién es usted? ¡Ah! No me diga, otro siervo a quien los cuervos han quitado sus ojos.

_ No... yo... _ Recordé que no recuerdo nada de mi antiguo yo _ Supongo que estoy perdido.

_ Oh, no lo supongas, no sólo estás perdido, estás pútrido... puedo olerte desde aquí.

_ Pútrido... _ Ésta mujer está loca, nada de lo que dice tiene sentido.

Me hallé recostado en la pared de la puerta parlante. La loca comenzó a silbar una melodía y yo me dispuse a examinar de nuevo aquel extraño cuaderno.

_ ¡La mariposa roja!... has visto a la niña _ dijo de pronto _ ha llegado por fin... oh, Alessa, por qué no me liberas de éste castigo.

_ ¿Cómo sabes de Alessa?... o... o... mejor dime lo que sabes de ella.

_ Todo lo que sé es que ella me trajo aquí... todos estos años atrapada en éste agujero y por fin se acerca el momento de mi redención.

_ ¡¿Nada más?!... vamos, tiene que haber algo más.

_ Lo hay... allá... en la habitación ciento once... ella prometió que un día entraría, que vería el fuego... pero si no estaba lista para entender la verdad, entonces ardería... tal como ardieron todos la gran noche del fuego en Silent Hill.

_ ¿Cómo te llamas? _ ella respondió: Lara _ Lara, voy a sacarte de aquí. Apártate, voy a derribar la puerta.

_ ¡No!

Una fuerza inusual contrarrestó el impacto de mi embestida y me aventó a un par de metros de distancia.

_ Sólo ella puede abrir la puerta. Pero... podrías ir a la habitación ciento once y hacerme saber lo que hay en ella.

_ Supongo que... _ Lara se puso a silbar la misma melodía una vez más _ Está bien... jugaré con tus reglas.

Me puse de pie, recogí el cuaderno de la mariposa roja (que dejé caer a causa del golpe) y caminé hacia la habitación ciento once. Tuve que mover los grandes pliegues colgantes de la pintura rasgada para poder acceder a un pequeño pasadizo y dar con la puerta.

Estaba abierta... giré la perilla con lentitud y deslicé la puerta sin la menor idea de lo que me podría encontrar al otro lado.

_ ¿Qué diablos...? 


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No tengas miedo... ella no te hará daño.

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